Nos conocimos un domingo por la mañana muy temprano.
Salí con un ruido distintivo, el descorchar de una celebración, el de la alegría.
Creo que fue eso lo que me quisiste decir siempre más allá de la broma.
Tu paciencia fue eterna una tarde en la que tomaste la cámara y esperaste a que te sonriera o te pusiera alguna cara. ¿Cuántas horas fueron? Deben haber sido muchas porque se me pegó tu sonrisa.
¿Recordás el día que nos llevaste al lado del Ital-park, en el estacionamiento donde me hiciste sentir “la campeona”, el cuatriciclo le ganó a tres bicicletas o ese mismo día que me diste el empujoncito para andar en bici? ¡Ah! La famosa mentirijilla “yo te tengo, yo te tengo”…

Los años fueron pasando…
Alegrías, dolores, logros, decepciones, travesuras, enseñanzas….
El sube y baja de esta montaña rusa de la vida en la que compartimos el carrito.
¡Ahí viene la curva en U!

Días de lectura. El “Eternauta”, uno de los libros que nos has leído a las cuatro.
Días de artesanos. ¿Cuántas cosas hemos hecho con arcilla en casa, en la plaza o con madera en el sur o en Claromecó?
Días de pintores. Recuerdo que nos fuimos una tarde a la Boca únicamente para dar color con acuarela.
Días de películas…“¡LA ARAÑA GIGANTE! Vení, vení. Ésta la ví cuando…”. Ésa queda en mi memoria, te convertís en un niño nuevamente. La expresión en tu cara, tu gracia, hace que uno se contagie y vaya a verla.
Días de cocineros. Vos sos Doña Petrona y el resto Juanita. “¿Me alcanzás…?”
Esos fideos caseritos o los bifecitos a la criolla, la debilidad de mi alma gorda
Días de electricistas. “¿Quién quiere aprender a cambiar cables?” La mirada curiosa seguía atentamente los pasos.
Días de mecánica. “Esto lo que hace es (…), para cambiar, lo tenés que hacer de esta manera”

Debe ser por eso que me gusta hacer un poco de todo

Y otra vuelta.
Hijo, hermano, marido, padrino, padre, tío y ahora abuelo.
En tu día te digo:
Pá ¡Gracias por todo!
Te quiero.
Un abrazo de oso.